LA LEYENDA DEL DESTINO
La historia de Sun Ni es un viejo relato taoísta que nos enseña a relajarnos ante los hechos de la vida, incluso ante los que parecen adversos porque nadie sabe lo que es bueno y es malo.
Sun Ni era un hombre viudo, ya mayor que tenía un solo hijo y un solo caballo. El hijo de Sun Ni era un joven guapo, fuerte y trabajador, muy leal y afectuoso con su padre. El caballo de Sun Ni era un semental vigoroso y noble, poderoso pero también muy leal a su amo. Como eran lo único que a Sun Ni le quedaba en la vida, tenía por ambos un cariño muy especial.
Lo que un día sucedió es que el caballo desapareció. El padre y el hijo lo estuvieron buscando durante semanas por las montañas y valles del lugar y, cuando cansados volvieron a su pueblo, sus habitantes se compadecieron del anciano. Esa misma noche fue una comisión de aldeanos para expresar sus condolencias a Sun Ni.
- ¡Qué mala suerte has tenido. Tú único caballo y ha desaparecido! le dijeron todos.
Sun Ni los miró y en sus ojos había un brillo como el de las llamas en la hoguera.
- ¿Y quiénes sois vosotros para decir lo que es buena o mala suerte?- les dijo muy serio.
Los vecinos, un poco molestos por la actitud del anciano, salieron del hogar de Sun Ni diciendo entre ellos.
- Pobre hombre, no quiere reconocer su dolor.
Pasó un tiempo y lo que sucedió es que al mes, el caballo apareció. Pero no volvió solo sino con siete yeguas salvajes que se le habían unido en sus correrías. Cuando los habitantes del pueblo se enteraron, se llevaron las manos a la cabeza con la suerte de Sun Ni y, esa misma noche fue una comisión a felicitarlo.
- ¡Qué buena suerte has tenido Sun Ni. Ha vuelto tu caballo y con siete yeguas. Cuando se reproduzcan serás el hombre más rico del pueblo- le dijeron todos muy solemnes.
Sun Ni los miró y sus ojos eran como el fuego mirando la reseca pradera.
- ¿Y quiénes sois vosotros para decir lo que es buena o mala suerte? -les gritó con su fuerte voz.
Los aldeanos abandonaron el hogar de Sun Ni un tanto molestos por su actitud y diciendo entre ellos. - Su repentina riqueza le ha vuelto un orgulloso y no quiere reconocerlo.
Pasó el tiempo y lo que sucedió es que el hijo de Sun Ni, un día que estaba domando una de las yeguas que había venido con el semental, se cayó ,con tan mala fortuna que se quedó cojo para siempre.
Cuando los aldeanos se enteraron del trágico suceso se llevaron las manos a la cabeza y fueron a expresar sus condolencias a Sun Ni.
- ¡Qué mala suerte has tenido. Tu único hijo, tan fuerte y vigoroso que era y ahora es un tullido!.
Sun Ni los miró a todos y sus ojos eran como el fuego consumiendo los rastrojos.
- ¿Y quiénes sois vosotros para decir lo que es buena o mala suerte?. Los aldeanos se fueron muy molestos por las palabras de Sun Ni y salieron de su hogar murmurando entre ellos.
- Pobre Sun Ni, el dolor por el accidente de su hijo le ha trastornado el juicio y ya no sabe lo que dice.
Pasó el tiempo y lo que sucedió es que dos meses después pasó por la aldea el mismísimo Emperador de China con todo su ejército. Venía reclutando a la fuerza jóvenes campesinos para una guerra lejana y que duraría mucho tiempo. Todos los aldeanos tuvieron que entregar con gran pena a sus hijos, sabiendo que posiblemente no volverían a verlos porque iban a una muerte casi segura.
Tras hacer la leva , el Emperador se fue y todos los campesinos se quedaron muy tristes. ¡Entonces se acordaron de Sun Ni y de su hijo cojo que no había sido reclutado debido a su impedimento!. Esa misma noche todos fueron a felicitarlo.
- En verdad has demostrado lo grande que eres y tu sabiduría. Nunca se sabe lo que puede suceder ni lo que es bueno o malo, porque el destino es largo y misterioso, como un río que viaja hacia un mar lejano. Nosotros nos hemos quedado sin nuestros hijos y tú puedes disfrutarlo ahora junto a ti, aunque sea un cojo y un tullido. ¡Qué buena suerte has tenido Sun Ni!.
Sun Ni los miró como el fuego mira a las brasas y les dijo con su fuerte y grave voz:
- ¡Y quiénes sois vosotros para decir lo que es buena o mala suerte!.
Esta vez los campesinos no se asustaron y tras guardar un largo silencio, uno de ellos dijo.
- Nosotros somos unos infelices que no sabemos lo que es bueno y es malo, pero tú sí lo sabes Sun Ni. Queremos que seas nuestro alcalde y guíes el destino de nuestro pueblo. Si aceptas nos sentiremos muy afortunados.
Sun Ni los miró a todos como el fuego mira a los pergaminos viejos y abandonados y, con su fuerte voz, les dijo:
- ¿Y quiénes sois vosotros para decir que si acepto seréis más afortunados? -dijo Sun Ni y, esa misma noche partió con su hijo y sus caballos hacia las Montañas del Oeste donde se retiran los sabios. Se fue porque estaba cansado de unos vecinos tan ignorantes y tan pesados.
A veces el destino nos inquieta, queremos saber qué sucederá y, mirando al futuro o al pasado perdemos nuestro presente. A veces lo que nos sucede nos inquieta, creemos que es algo malo y renegamos de nuestra mala suerte, pero tiempo después, cuando todo se aclara, comprendemos que aquello que no nos gustó ha sido el origen de las bendiciones que luego han llegado.
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