El hombre de tu vida
Tienes una pequeña flor entre tus manos (una margarita, una sola) y una lágrima comienza a asomar en uno de tus ojos; acabas de perderle y de darte cuenta que ya nunca lo volverás a tener. Hasta hace unos instantes aún tenías la esperanza de que tus artes de seducción funcionaran de nuevo, como tantas veces; pero ahora esa margarita te dice que te has equivocado de nuevo con él, como tantas veces.........pero en esta ocasión de forma irreversible.
Y sigues con la mirada esos pasos que se alejan lentamente y guardas en el fondo del corazón la esperanza de que vuelva la mirada, eso te permitiría albergar alguna esperanza; pero no hay mirada, no hay vista atrás, sólo unos pasos que se alejan llevándose consigo al hombre que acabas de perder y a la vez acabas de descubrir. Tú, que lo tuviste tanto tiempo a tus pies, rendido en tus brazos y que por ti fue capaz de cometer las mayores locuras que un hombre maduro y sensato puede llegar a cometer.
Curiosamente en el lugar en el que te encontraste con él, en ese amplio vestíbulo, algún desaprensivo puso como música de fondo Carmina Murana y sus compases parecen la premonición de todas tus desgracias, como en un drama operístico; le ves alejarse y ni siquiera eres capaz de gritar su nombre para, al menos conseguir, que se vuelva y poder contemplar sus ojos por última vez, esos ojos que te miraban con tanta ternura como nunca habías llegado a sentir en tu largo caminar por los entresijos de la vida.
Cuando llegó a tu vida estabas perdida entre los vericuetos de los desengaños amorosos, las redes de la vida alocada y disoluta, la soledad mal llevada y la añoranza de alguien que te susurrara un te quiero sincero. Le viste y como tantas otras veces, con otros tantos hombres, te propusiste conquistarlo y exhibirlo ante tus amigas como un valioso trofeo; sin embargo fuiste tú la que caíste en sus redes, unas redes fabricadas a través de los años, fuertes porque estaban construidas de grandes y profundas cicatrices y entrelazadas con enormes dosis de ternura, añoranzas, vivencias y poemas..................muchos poemas, para ti que estabas acostumbrada al tradicional ramo de rosas, eran demasiados poemas.
Pero él te lo entregó todo y con total generosidad; sin embargo tú aceptaste esa entrega como quién acepta una caja de bombones y ni siquiera fuiste consciente de todo lo que encerraba aquél hombre que estaba dispuesto a dejarse arrastrar de nuevo por la vorágine de la vida y a entregarte todo lo que tenía, todo lo que era, todo lo que había sido y todo eso por ti, que al fin y al cabo empezaste su conquista como uno más de tus numerosos juegos de seducción.
Con el paso del tiempo y según avanzaba vuestra relación se te abrió ante los ojos todo un mundo (yo diría todos los mundos habidos y por haber) de sensaciones nuevas, de colores y formas de ver y entender este loco mundo; descubriste a través de sus ojos que amar, si se ama como es debido, es dar mas que recibir, que las sensaciones no tienen porque acabar con un beso o en una cama vacía, que una mano sirve para algo más que para pagar la cuenta del restaurante y que unos labios, si lo hacen con tanto amor como el que te dio, pueden transportarte a lugares exóticos y hermosamente bellos sin ni siquiera moverte del sofá.
También descubriste que hay palabras que se construyen en forma de versos y que esas palabras encierran unos te quiero más hermosos y más sinceros que todos los descapotables juntos; llegó a tu conocimiento toda una lista de poetas, de sonidos, de canciones y palabras que nunca te hubieras imaginado que existieran y que depositados en tus oídos te hacían olvidar los restaurantes de lujo y los viajes en yate por cualquier costa; y todo eso sin moverte de un sofá, en un minúsculo apartamento perdido en cualquier calle, sin más decoración que algún cuadro barato, unos libros, unos discos, pero lleno de calor en su interior.
De vez en cuando, siempre tiene que haber un pero, te volvía un ramalazo de independencia y te llamaba la vida que habías llevado hasta que le conociste; una vida que desde hace tiempo se te hacía vacía y sin contenido, pero que tenía el glamour de la improvisación y las noches sin fin y eso fue lo que acabó por conseguir que las distancias comenzaran a asomarse en el corazón del hombre que te amaba sin pedir nada a cambio.
Otros hombres, unos nuevos y otros no tanto, llamaban a tu puerta y tu ego se sentía halagado, te ponías eufórica al ver que seguías despertando pasiones confesables e inconfesables y eso te perdió; mejor dicho, eso hizo que le perdieras a él. Durante un tiempo tu ya no le mirabas a él como al hombre que había llenado todos los huecos vacíos de tu vida; él empezó a verte como la mujer que nunca quiso, él que siempre te miraba como la mujer que amaba como nunca había amado a ninguna, empezó a darse cuenta que tenía a su puerta un nuevo error y por consiguiente una nueva cicatriz que sumar a su historial en el libro de la vida.
Una vez, sólo una vez, te dijo mientras reposabas acurrucada en sus brazos, que si tenía que irse lo haría en silencio, te pondría una flor en la mano y un beso en los labios y se iría de allí como había llegado, sin hacer ruido. Y aquí estás de pie, incapaz de dar un paso en ninguna dirección, con el gesto compungido de quién sabe que ha perdido algo valioso y el desconcierto de no saber que hacer, o mejor dicho con la seguridad de que no puedes hacer nada para retenerle porque, al fin y al cabo, fuiste tu misma la que le apartaste de tu lado con tus constantes cambios de actitud hacia el y tus continuas quejas ante la vida que te ofrecía, porque nunca fue bastante para ti.
Tú, te quedas con todo lo que tenías antes de que él llegara; él se va con algunos poemas más en su maleta y lo que no sabes ni sabrás nunca; con una fotografía tuya en su cartera y un viejo papel en su bolsillo, un papel donde un día dejaste escrita una frase eres y serás el hombre de mi vida que curiosamente fue el mensaje que olvidaste en su mesa el día que decidiste conquistarle.
