EL VENENO DEL ESCORPIÓN
Bajo el hechizo de su mirada; bajo el efecto de la confusión y la inmadurez... la pequeña princesa conoció al difundido Escorpión.
El viejo arriero, que vivía en el casquillo de la hacienda, le había advertido de el poderoso veneno de su nuevo amigo y del daño que éste le ocasionaría. Pero la princesa, ingenua y necia, se negaba a aceptar la realidad. Ella no sabía en lo que se metía... ella no sabía lo que le esperaba.
La princesa. Cabellos rojizos rizados y ojos castaños. Esos ojos tiernos de niña, esos ojos que intrigan. Delicada como un rosa, pero imponente como un murallón. Pequeña rebelde, pequeña mimada.
Viviendo en un mundo de fantasías, la pequeña princesa se encontraba. Y no contaba con que en un día el Escorpión la engatusara.
Día y noche, juntos estaban; platicando de la vida, del amor y las batallas.
Coqueteándose el uno al otro, intentando imaginar el sabor de sus dulces labios juntos.
Y entre charlas y juegos, la princesa se olvida del compromiso que tenía con el príncipe de centurias, su amado inmortal, su caballero leal.
Pasaba el tiempo y la princesa aún no ponía los pies en la tierra. No entendía que lo que vivía no era real, no se daba cuento del daño que lo ocasionaba al caballero al dejarlo en el olvido.
El caballero. Noble, paciente, enamorado... esperaba sentado bajo el viejo roble a que la princesa se cansara de jugar y empezara a vivir la realidad. Lo que no sabía el caballero, era que la princesa, se aferraba cada día más al Escorpión y que una noche de tantas... de la misma manera en que un niño corre a los brazos de su madre cuando tiene miedo, la princesa bebió el veneno del Escorpión; mentiroso, manipulador, insensato.
El veneno era tan fuerte que la princesa se derrumbó de manera estruendosa.
A la mañana siguiente, al despertar, el Escorpión se veía diferente, se comportaba de manera indiferente; como si ya no fueran más amigos, como si ya no sintiera nada.
La princesa concebía ahora la realidad. Entendía lo que el arriero quería decir desde un principio; se percataba de que el caballero la esperaba y que el Escorpión sólo jugaba.
La princesa entendía todo ahora, pero ya era demasiado tarde... el veneno corría por sus venas y poco a poco moría... moría para el Escorpión... moría para el mundo... moría para el caballero.
Michelle Combaluzier