Cuando hay algo que te preocupa en la cabeza es muy difícil concentrarse...
Esto es lo que pasa cuando estás muy estresado, cuando algo en tu vida no va bien, ya sea salud, dinero, amor... cualquier cosa que te desestabilice y te robe la mayor parte de tus pensamientos. Pero es algo sobre lo que podemos trabajar. Una forma de terapia que funciona muy bien podría ser la de hablar con una persona de confianza. No es que vaya a desaparecer el problema pero lo sacas de la cabeza. Además, siempre una perspectiva ajena te puede ayudar a ver las cosas desde otro lado, e incluso, te puede aportar algunas propuestas que supongan una ayuda o una solución al problema.
Pero sin duda, para mí, la mejor conversación es con uno mismo. Nadie mejor que tú va a entender las respuestas que estas buscando, ni los motivos que han generado ese malestar o preocupación.
Sentado en la silla de tu despacho, en la cama, en el suelo, o paseando por el campo, puedes encontrar, desde un momento de intimidad, las respuestas que estás buscando. ¿Pero cómo orientar las preguntas? Yo no las enfoco en cómo solucionarlo, que también pero eso en un segundo lugar. Las primeras preguntas están enfocadas en encontrar por qué ha pasado, o mejor dicho, para qué, qué finalidad superior es la que ha movido mi vida, mi experiencia y mi realidad a que yo esté y me encuentre en este punto concreto.
No se trata de buscar culpables, sino entendimiento dentro de uno mismo. Si entiendo el origen emocional de ese malestar, estaré más cerca de hacer el proceso de aceptación y equilibrio, que si solo estoy buscando poner un parche en mi malestar o echar las culpas a fuera. Aquí no hay víctimas ni verdugos.
Cuando encuentras el foco original puedes encontrar tus propias soluciones, nacen solas de tu interior. Es más, algo interior se mueve de tal manera que ello solo empieza a armonizarse. Cuando entiendes el para qué, el dolor empieza a desaparecer porque sabes que detrás de esa situación se esconde un aprendizaje y un avance en tu evolución personal.
Medita, escribe, dibuja, pasea en soledad por el campo o por donde no encuentres a nadie que te saque de tu ensimismamiento. Disfruta conociéndote mejor a ti mismo.
Deja a un lado tu personaje, tu papel como actor en este cuerpo en este momento. Elévate a una posición donde puedas ver un poco más allá de tus emociones, tus actitudes y tus pensamientos y, observa lo que ves. Podrás encontrar en lo que te rodea que las cosas ni son tan malo como pensabas, ni son las responsables directas de tu sufrimiento o tu realidad. Nuestra realidad se crea desde lo que hay en nuestro interior.
Tú tienes las respuestas. Tú sabes el origen. Tú eres portador de la solución.
(Tomado de la red)