Desde el momento que nacemos todos tenemos un guía. Un Ángel que nos acompaña durante toda nuestra vida. Es nuestro compañero, nuestro amigo y su obligación es sembrar el camino de señales, de pistas y datos que nos pongan sobre aviso para que no corramos riesgos o cometamos errores. Los avisos son sutiles y como a menudo no nos conviene escuchar esas advertencias, no atendemos a ellos.
El Ángel no puede hacer más, que intentar enviarnos esas señales para no cometer ciertos errores. Ellos no pueden intervenir en nuestras decisiones por que debe respetar nuestra libertad, a no ser que pidamos su ayuda y le autoricemos en cada asunto concreto. Mientras, el Ángel tiene que contemplar, muchas veces, con desesperación como tropezamos en las piedras más visibles.
Basta con decir la palabra “ayúdame”. Para demostrar nuestro respeto y devoción por nuestro ángel, debemos encender una vela blanca y dejar que se consuma sola, acompañado de un ramillete o una flor, como ofrenda.