Articulo: abducción en huesca
ABDUCCIÓN EN HUESCA
Aquella noche, Antonio y su cuñado habían quedado con sus compañeros radioaficionados en la Sierra de Alcubierre. Buscando su destino observaron cinco puntos de luz en el cielo. Miraron sus relojes, y sin saber cómo, faltaban cuatro horas en sus vidas. La investigación, publicada en exclusiva por MUNDO MISTERIOSO, desveló una sorprendente abducción.
El 19 de marzo de 1994 decidí interrogar por segunda vez a Antonio Ruiz. A buen seguro, dos años después de la primera entrevista las posibles contradicciones en su testimonio quedarían en evidencia. La investigación de este suceso había nacido de forma paradójica, como tantas y tantas otras. Cuando en abril de 1992 accioné el dispositivo de grabación de mi magnetófono, lo único que me interesaba era conocer cuantos detalles fueran posibles sobre una observación OVNI que Antonio había protagonizado en el verano de 1978 en Pradilla de Ebro (Zaragoza), cuando el testigo apenas contaba nueve años de edad y regresaba, hacia la una de la madrugada, de pasar una velada entre juegos y amigos. Ya sólo, junto a la puerta de su casa unifamiliar, llamó a su madre, para que saliera a abrirle:
-Me dio por mirar a la derecha y vi al fondo un "cigarro puro" volando sobre el horizonte, con las "puntas" muy afiladas. Estaba dividido en tres franjas verticales que se encendían intermitentemente, una tras otra, sin una secuencia fija. La luz tenía color "rojo sangre" y a lo largo de toda la observación no se encendieron las tres franjas a la vez en ningún momento, pero se percibía que detrás había un objeto sólido, opaco.
Tras 15 ó 20 segundos, el objeto quedó oculto tras unas casas. Salió su madre y Antonio entró en casa. Transcurridos 14 años, Antonio me explicaba que aún seguía teniendo una extraña sensación:
-No sé si por la fascinación que sentí o por qué, pero a mí me dio la impresión de que el tiempo no había discurrido normal durante la observación.
Fue en ese momento, durante la primera de nuestras charlas, cuando Antonio relató el suceso que me hizo poner en guardia. Los hechos, según su narración, acaecieron la noche del 30 de septiembre de 1990, cuando en compañía de su cuñado se dirigía a la Sierra de Alcubierre en busca de unos amigos, porque ese día, Miguel Blanco organizó a través de Radio Nacional, una importante "Alerta OVNI". Y un grupo de radioaficionados, a los que el pertenecía, decidió mostrar un grupo de observación en esta sierra oscense. Dirigiéndose allí, nuestros protagonistas entraron en La Almolda (Huesca).
-Al entrar en el pueblo -me explica Antonio, con su particular y firme tono de voz-, pasadas las doce de la noche, perdimos la recepción de las emisoras comerciales. Poco después, la señal de los radioaficionados. Luego nos perdimos tratando de salir del pueblo. En ese momento vimos una estrella cambiando de color que parecía rotar sobre sí misma y que justo antes no estaba. Luego aparecieron otras cuatro, formando un círculo, pero una parecía estar más baja
Por fin, lograron salir a la carretera y trataron de seguir el "rastro" de aquella peculiar estrella. Sin embargo, al levantar la vista, el cielo volvió a la normalidad. Las cinco luces habían desaparecido casi instantáneamente en la inmensidad de la negrura de la noche. Pero lo más sorprendente vino a continuación:
-De repente, miro el reloj y veo que marca las seis de la mañana; y el de mi cuñado las cuatro. Y eso que pocos minutos antes había visto como señalaban las dos. En ese momento vuelven las señales radiofónicas y es cuando nuestros compañeros en Alcubierre nos llaman, diciendo que estaban buscándonos, que dónde nos habíamos metido.
Aunque ciertamente -y de forma incomprensible- no se lo plantearon, una sensación extraña rondaba sus pensamientos. Quizá por ello el silencio predominaba en el interior del coche. Ya amaneciendo alcanzaron el lugar de la cita, con un retraso fuera de toda lógica.
EL INICIO DE LA INVESTIGACIÓN
Me sorprendió -y justo es decir que esto refuerza la veracidad de este testimonio- la poco inquietud que sobre este "tiempo perdido" mostró Antonio en aquella entrevista de abril de 1992. Y tiempo, precisamente, necesitaba aquella investigación. Por eso relegué el suceso a una simple nota con un "post-it" en mi cuaderno de trabajo. Resultaba difícil discernir hasta qué punto la expectación creada por la alerta pudo haber influenciado en los hechos, influencia que el tiempo tamizaría.
Y el 19 de marzo de 1994 pedí a Antonio que me relatara los hechos y su testimonio fue un calco de que me proporcionó dos años antes. Aunque lo intenté por activa, pasiva y perifrástica no logré provocar contradicción alguna. En vista de las implicaciones del caso, puse los hechos en conocimiento del hipnólogo titulado Jesús Jaime, el mejor profesional de la región en estas lides, quien tras escuchar a Antonio decidió iniciar una serie de regresiones hipnóticas, las seis primeras de las cuales se limitaron a provocar en el "paciente" profundos estados de relajación.
Posteriormente, entre el 23 de agosto de 1994 y el 2 de enero de 1995, sometimos a Antonio Ruiz a un total de seis regresiones hipnóticas que sumaron casi siete horas de sesiones. En todas ellas, Antonio entraba lentamente en trance, gracias a la lenta pero firme relajación que acababa conduciéndole a un profundo estado hipnótico. Pero en este caso se daba una condición especial: Antonio Ruiz es parapléjico de nacimiento, lo que implicaba una dificultad añadida a la hora de las regresiones y, si además se confirmaba que nos encontrábamos ante una abducción, sería el primer caso conocido en donde un minusválido físico fuera "víctima" de un suceso de estas características.
UNA LUZ ABSORBE EL COCHE
Hábilmente, Jesús Jaime condujo al testigo a la noche de autos. Con voz susurrante y cansada, Antonio revivió el momento en que se perdían las señales radiofónicas de forma incomprensible. Justo después, aparecían las cinco luces Debían ser la 1.10 de la madrugada de la noche del 30 al 31 de septiembre de 1990.
Aquella primera "visión" provocó en Antonio un pequeño estado de frío y temor mal disimulados, en medio de la desorientación vivida en La Almolda. Ahí acabó la primera regresión, justo en el punto que confirmaba bajo hipnosis los recuerdos conscientes del testigo. La siguiente sesión, 48 horas después, nos depararía las primeras sorpresas. En ella explicó como una de las luces parecía encontrarse más baja de lo normal, casi sobre el horizonte. Allí, saliendo del pequeño pueblo oscense, encaminaron sus pasos hacia el este por una perdida y troceada carretera.
-Estamos parados en la carretera ¡Hay algo blanco! Delante del coche Es grande -explicó bajo hipnosis 38 minutos después del inicio de la sesión, en el primero de los detalles no recordados de forma consciente.
Seguí tomando notas celéricamente, asegurándome del buen funcionamiento de la grabadora. Según Antonio -siempre bajo hipnosis- aquella luz hacia la que se dirigían les deslumbraba y provocaba una intensa sensación de sopor. Tan fuerte fue la "emoción" del testigo que su cara comenzó a temblar, reviviendo fielmente lo ocurrido cuatro años antes. En medio de la tensión, Jesús, con diligencia, puso la mano sobre el pecho del joven, y con voz profunda y pausada le dijo: "Cada vez que notes mi mano sobre tu pecho te vas a relajar y no sentirás miedo".
-Hay luz por todos los sitios, nos envuelve- narró. Y a continuación se ve en pie, junto a su cuñado, en un lugar profusamente iluminado; extrañados, sin conversar entre sí, palideciendo en el silencio de aquella estancia. Allí, sólo distingue una "mesa" metálica, rectangular, de unos dos metros de largo y uno de ancho. Tras unos segundos de silencio casi físico, Antonio exclama en gritos:
-¡Hay una cara!
Era una "cara sin cuerpo", que parecía surgir entre la luz, con dos grandes y negros ojos ovalados, bajo los cuales se percibían dos orificios nasales y una boca de labios finísimos, sin cabello ni orejas; ni siquiera atisbos de expresión hasta que, tras unos cortos pero interminables segundos, comienza a gesticular:
-Mueve los labios -expresa, entre un temor a punto de convertirse en pánico, en medio de unas fuertes arcadas en el "paciente" que, gracias a la mano de Jesús sobre el pecho del muchacho, no van a mayores. La diligencia del hipnólogo hizo que condujera en sus recuerdos al muchacho a tres horas después, aproximadamente a un momento cercano a las cinco de la madrugada. En ese momento, Antonio y Ramón se encuentran de nuevo en la carretera, conduciendo en mitad de la noche -que apuntaba ya al amanecer- tratando de entrar nuevamente en La Almolda. Más allá de las 5.30 la radio, ya en el interior de la localidad, vuelve a funcionar.
Al acabar la sesión, y conduciendo a Antonio de regreso a su domicilio, me embargó una agridulce sensación. Antonio, por expresa indicación del hiponólogo, no recordaba nada de lo que había relatado bajo hipnosis. Así que me resultaba difícil conversar con él con naturalidad: sabía y conocía que aquella noche Antonio había vivido algo realmente extraño durante aquellas casi cuatro horas de "tiempo perdido". Y él, a fin de cuentas el protagonista, no lo recordaba.
VARIOS TIPOS DE SERES
Cinco días después llegó una nueva sesión, la más larga de todas: en mi trascripción ocupa 16 folios. Allí se aportaron nuevos datos sobre la enigmática estancia luminosa y sobre la "mesa", sobre la cual, grabado, aparecía el dibujo de lo que se asemejaba a un "mapa" que Antonio nos dibujo en trance. Según la reconstrucción que realizamos, las primera fase de la abducción discurrió en aquella estancia "sin paredes ni suelo", ya que la mesa en cuestión, bajo la cual se desplegaba dos soporte cilíndricos, parecía sustentarse sobre la misma luz. Esa sesión nos reveló más datos sobre la "cara" que parecía hablar, mover los labios:
-¿Qué dice la cara? -preguntó Jesús.
-"Los hombres sólo buscáis el mal" -respondió Ruiz Escorza, con voz tímida, susurrante, casi imperceptible, temerosa. El miedo fue "in crescendo" cuando observó que dentro de aquella sala había una especie de jaula con un "mono pequeño o algo parecido en su interior". En ese momento, según descubrimos en una sesión posterior, aparecieron dos hombres delgados, más altos de lo normal y embutidos en un mono de trabajo o similar entraron allí . Son completamente rubios, casi albinos, con media melena. Llevaban cinturón y cuello ajustado. Al margen de esto, su aspecto físico no parecía -en absoluto- fuera de lo normal. Según explicó Antonio condujeron a su cuñado Ramón -a quien, después de la separación familiar no hemos logrado localizar- a través de una puerta que se abrió en medio de la luz de aquella espectacular estancia.
El siguiente recuerdo -y señalaré, antes de proseguir, que la hipnosis sólo fue capaz de reconstruir la abducción en algunos momentos, quedando "ocultas" otras partes- es la aparición de un ser, también vestido con un "mono", de algo más de un metro de estatura, aspecto endeble y gran cabeza, muy similar a la descrita anteriormente en la "cara".
LA SEGUNDA ESTANCIA
Aquel nuevo ser condujo a Antonio a través de la sala hacia una puerta. Después recuerda encontrarse atravesando en su silla un pasillo de metro y medio de anchura por el cual le precede el ser de pequeña estatura. A cada lado del pasillo había una especie de arcos que parecían entradas a otras estancias en las cuales sólo distinguió "nichos en las paredes", similares a lugares de reposo. Durante el relato del pasillo, el hipnólogo preguntó a Antonio quién le conducía, provocando en el joven, de 21 años en el momento de la experiencia, un estado de temor y tensión casi imperceptible, con reacciones fisiológicas propias de tal situación, lo cual, según Jesús Jaime, era un buen síntoma de que el protagonista de los hechos había entrado en un profundo estado hipnótico. Pero, ¿qué o quién había provocado esas reacciones? Sencillamente, el monstruoso ser que decía conducirle. Según su descripción, un gran simio cubierto de pelo y de más de dos metros de altura.
Permítame el lector que haga un breve inciso en este momento: el testigo acudía a una "alerta OVNI" y por ende, poseía algo de información sobre el fenómeno. Ese era mi reparo inicial, ya que si Antonio había "fabulado" inconscientemente, bajo hipnosis afloraría una abducción con los componentes clásicos de este tipo de episodios. Pero gran parte de los detalles que nos estaba proporcionando se alejaban de lo "habitual". Ni el hipnólogo, ni el testigo ni yo, conocíamos abducciones con componentes tan extrañas y absurdas -se se permite el término, a sabiendas de que lo absurdo es una de las mejores señas de autenticidad del fenómeno OVNI- que, para mí, confieren a este episodio marchamo de autenticidad.
PROSIGAMOS CON LA ABDUCCIÓN
Antonio, tras atravesar el pasillo, cruzó una portezuela -que se abrió sin que nadie la manipulara- que se encontró frente a él. Allí, lo primero que vio fue un ser completamente humano, tanto en apariencia como en vestimentas, que en principio identificó como su cuñado, pero no era así. Vaqueros, camisa verde, barba, pelo largo Pero lo que le confería si cabe un aspecto más "terrestre" a este "tripulante" del OVNI era una gorra con visera con las letras NT en su parte frontal. Letras que también intuyó en la hebilla de los cinturones de los seres altos que se "llevaron" a su cuñado. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Dentro de esta segunda estancia, de paredes metálicas y muy brillantes, había "máquinas", "pantallas", "botones" y otros artilugios que le hicieron suponer al abducido que se trataba de algo similar a una "sala de mandos". Delante de ellos había dos sillones negros. En la sala se observaban dos grandes ventanales tras los cuales llegó a distinguir lo que interpretó como un cielo estrellado. Las paredes eran casi imperceptibles, debido a la enigmática y poderosa luz que salía de los cuatro potentes focos superiores similares a "abanicos". Incluso recuerda vagamente como el "humano" le explicaba el funcionamiento de aquellas máquinas.
El siguiente "acto" tiene lugar en la misma estancia de los primeros momentos de la experiencia. Hasta allí llegó atravesando el pasillo, quedándose junto al ser que bautizó Antonio como "el hombre pequeño". En ese momento, su cuñado aparece en compañía de los hombres albinos por la misma puerta tras la cual había desaparecido anteriormente.
Bajo hipnosis, el siguiente recuerdo de Antonio es encontrarse dentro del coche nuevamente, circulando por la carretera que conduce al pueblo de La Almolda. Apenas habla con su cuñado; reinando en ellos un fuerte estado de confusión y desconcierto. Según el relato en trance, y que coincidía con lo que había expresado Ruiz Escorza en las entrevistas, entraron de nuevo en la plaza principal de la localidad. La radio convencional vuelve a oírse, y el "walkie-talkie" también. Sus amigos radioaficionados le preguntan dónde están: el resto es ya conocido, y propiedad de la memoria consciente de los abducidos. Sin embargo, cuatro horas les fueron "robadas". Sustraídas en medio de una experiencia que nadie puede explicar ni comprender.
Amaneciendo enfilaron hacia Alcubierre. Se reunieron con sus amigos, entre ellos el reconocido radioaficionado Ángel Estrada, quien en una entrevista me confirmó el alarmante retraso con el que llegaron los dos protagonistas a la cita. Pero había algo más: Ángel puso en mis manos un documento impresionante. Se trataba de una grabación realizada por los radioaficionados esa noche en donde se escuchaban las comunicaciones entre ellos, uno de los cuales aseguró que alguien no identificado había introducido un duplex (grabación emitida por un emisor) en donde un controlador aéreo daba la orden de salida a un avión de combate en misión de identificación de un artefacto aéreo que se había acercado a un avión comercial. Algunos testigos aseguraban en la grabación haber visto un extraño objeto sobre los cielos de Huesca. ¿Vieron estos radioaficionados el objeto en el que parecía encontrarse Antonio? Curiosamente, esa misma noche, desde diferente puntos de la geografía española, se observaron fenómenos insólitos.
A título personal, estoy convencido de que Antonio vivió una experiencia real. Lamentablemente, nuestra única herramienta de trabajo es la hipnosis regresiva, a sabiendas de las "contraindicaciones" que suscita. Y a su favor también está el hecho de que a modo de "flashes" ha ido recordando algunos momentos de la experiencia, aunque hasta 1997 no se decidió poner en manos del protagonista la trascripción de las grabaciones, cuyo contenido desconocía. En ellas, además, quedó al descubierto que quizá no fue esta la única experiencia de estas características que ha vivido en su vida. Pero esa es otra "historia" en pleno proceso de investigación
Articulo de: Bruno Cardeñosa
Ver también
Que lastima
que la abducida no hayas sido tu, porque los extraterrestres hubieran tenido un buen tema para investigar.