Hablamos mucho del ego pero no siempre somos conscientes de lo que queremos decir cuando aludimos a él. Nuestro ser consciente, ese que nos impele a actuar como lo hacemos cada uno y el que siempre se sitúa en el centro del mundo, en vez de estar a nuestro lado, se retira para empujarnos por detrás, en muchas ocasiones.
Caemos en la trampa del altruismo. Es fácil hablar y convencernos a nosotros mismos de lo flexibles, comprensivos y empáticos que somos con los demás. Ignorar nuestra absoluta incapacidad para meternos en el dolor del otro y rescatarlo, nos lleva a perder el ángulo de la visión correcta. Creemos que entendemos todo y nos emborrachamos de palabras grandilocuentes con las que tapamos nuestras garras cuando alguien a nuestro lado sufre.
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